Diario Opinion
La frase que antecede no provoca mayor optimismo a quienes, como quien escribe estas líneas, dedicaron su vida a una profesión-pasión, más que difícil, con sinsabores que, también, implican una forma de vida, abriendo las vías a un muy escaso halago social, pero también a la persecución (de la que podemos dar fe) y a la agresión que se expresa de muchas maneras, especialmente con el ninguneo. [Mas]
Publicado Denuncia Ecuador_______________________________________________________
Una profesión que se ha definido como la más peligrosa, en la que también hay actores circunstanciales que actúan en la misma y muchas veces se mantienen en sus cargos por su condición de ser simples “mensajeros del zar”, función que nada tiene que ver con el periodismo en donde pululamos “jerarquizados protagonistas” de una sociedad que nos valora, no por nosotros mismos, sino por el instrumento que tenemos circunstancialmente en nuestras manos.
Ser periodista no es ser amanuense del poder, y menos aún convertirse en un “tirador de centros” para que los personajes se luzcan sobrellevando las entrevistas sin alternativas que no les sean positivas. Tampoco es ser un crítico implacable, un personaje que haga temer por sus palabras. Ello es bien claro, pues en definitiva, la información nada tiene que ver con la propaganda.
El periodismo de investigación y sus resultados, por más que sea negativo en ocasiones para algunos personajes, es una necesidad para la sociedad que avanza o retrocede en sus valores y, para que ello sea posible, requiere de normas claras que vayan en defensa de los actores que no deben estar expuestos a las lamentables claudicaciones de empresas que usufructúan ondas del Estado, las que enfrentadas al conflicto cortan por el lado más débil, el del periodista.
Y menos aun de organismos públicos, plagados de jerarcas temerosos en su soberbia, que en lugar de abrirse a las necesidades informativas del conjunto de la sociedad, prefieren una melindrosa actitud, negándose a las consultas, intentando preservar una intimidad institucional que nada tiene que ver con la función pública y menos aun con su condición de integrantes de un gobierno elegido sobre la base de mecanismos democráticos.
Actitud que, como copia lamentable, se repite en otros sectores de la sociedad, que han comenzado a excluir a la prensa de actos, sin siquiera advertir que la falta de información que esa actitud determina, los malogra.
Por otra parte muchos errores informativos que se cometen son el resultado de esa actitud de los jerarcas que prefieren el silencio a la aclaración, rehuyendo siempre la confrontación de ideas cuando no, en un plano más reducido, de informaciones.
Los espacios cambiantes.- Una profesión, la de periodista, que además de tener que ir adaptándose a las condiciones cambiantes del mundo, que si bien avanza en lo que ha dado llamarse las “nuevas tecnologías”, un ámbito que concierne directamente a esta profesión, no ha logrado cambiarla en su esencia de informar a quienes tienen el derecho inalienable de conocer. Sin embargo, como decimos más atrás, las puertas se están cerrando y los comunicadores estamos siendo presionados para convertirnos en meros trasmisores de hechos sin interpretar.
Ramonet define la profesión de periodista afirmando: “Teóricamente, hasta ahora, se podía explicar el periodismo de la siguiente manera. El periodismo tenía una organización triangular: el acontecimiento, el intermediario y el ciudadano. El acontecimiento era transmitido por el intermediario, es decir, el periodista que lo filtraba, lo analizaba, lo contextualizaba y lo hacía repercutir sobre el ciudadano. Ésa era la relación que todos conocíamos. Ahora este triángulo se ha transformado en un eje. Está el acontecimiento y, a continuación, el ciudadano. A medio camino ya no existe un espejo, sino simplemente un cristal transparente. A través de la cámara de televisión, la cámara fotográfica o el reportaje, la mayoría de los medios de comunicación (prensa, radio, televisión) intentan poner directamente en contacto al ciudadano con el acontecimiento”.
¿Entonces? ¿Cuál es el sentido de la profesión de periodista ante la definición, casi apocalíptica, del director de Le Monde Diplomatique?
Nosotros apuntamos, claro está, a consolidar elementos sin los cuales nuestra profesión no tendría sentido, que son las libertades democráticas, todo eso bañado con un fuerte contenido humanista. Y esto dicho de manera responsable.
Vivimos en un sistema de producción superabundante de informaciones. Lo podemos observar en los distintos medios a nuestro alcance: los escritos, los radiales que tienen la singularidad de su profundidad y extensión que atrapa en cualquier lugar al escucha, la televisión, que, con el fenómeno del “cable” y los satélites, reproduce en tiempo real hechos que se producen en cualquier lugar del planeta, y el avance que arrollador de la prensa electrónica, mecanismo novedoso y con un crecimiento vertiginoso y exponencial.
¿Qué significa esto en la práctica? Durante mucho tiempo, la información era muy escasa o incluso inexistente y el control de la información permitía dos cosas. En primer lugar, una información escasa era una información cara, que podía venderse y dar lugar a una verdadera fortuna. Por otro lado, una información escasa proporcionaba poder a quienes la poseían. En un sistema en el que la información es superabundante, resulta evidente que estas dos consideraciones sobre los beneficios de la información no actúan de la misma manera.
¿Que relación, entonces, se establece entre libertad e información, cuando ésta es superabundante? Ramonet entiende que si un sujeto dispone de información cero, entonces su nivel de libertad es también cero; y su nivel de libertad sólo aumenta a medida que crece su información. Si tiene más información, tiene más libertad. Cada vez que se añade información, se gana en libertad. En nuestras sociedades democráticas, se tiene la idea de que necesitamos más información para poder tener más libertad y más democracia. ¿No habremos alcanzado ya un grado de información suficiente? ¿No estaremos estancados? Es decir, no por añadir información, aumenta la libertad.